Argentina. Un país anacrónico.

Cuando hablamos de anacronismo nos referimos a algo que no se
corresponde o parece no corresponderse con la época a la que se
hace referencia. Por ejemplo, si en una obra de teatro que se
desarrollara durante la Antigua Roma apareciera un personaje usando
una computadora, esta última sería un anacronismo. El término
también se utiliza a menudo (más metafóricamente) para describir
cosas actuales que parecen estar fuera de lugar en el tiempo, aunque
no lo estén literalmente. Por ejemplo, las monarquías y otras
tradiciones políticas muy abundantes en el pasado son consideradas
por muchos como totalmente anacrónicas, así como algunos lenguajes
pasados de moda o ciertas tradiciones religiosas.
Uno de los problemas de Argentina en su relación con el mundo es la
pérdida de influencia sobre el contexto externo, puesta de manifiesto a
través de la falta de poder internacional. El país ha apelado a
diferentes estrategias para tener o aumentar poder en sus relaciones
internacionales. El actual gobierno desde que asumió viene pensando
y eligiendo mal cada estrategia entendiendo y manejando las variables
de permisividad internacional, las situaciones de dependencia y las
relaciones interdependientes. Para ello, según ellos mismos, la
solución está en recurrir al pasado de la política exterior, y a lo
acontecido durante la primera década del presente siglo. En otras
palabras, trabajar con las herramientas del siglo 18 pensando en el
siglo 19 pero sin darnos cuenta de que estamos en el siglo 21. En
cuestión, lo que se busca es revalorizar la estrategia autonomista.
Destacamos que la decisión ideológica de adoptarla, o la retórica
inspirada en ella, no son suficientes para impulsarla y darle
continuidad. Es posible, en cambio, si las acciones internacionales
están sostenidas mediante la movilización de recursos de poder, y que
el ejercicio de este poder realmente provoque efectos frente a
terceros. Hablando de efectos a terceros, algunas personas sufren de
una creencia obsesiva de que “pertenecen” o deberían estar en otro
período, lo que les impide ocuparse de las tareas cotidianas en el
mundo diario. A veces las personas de edad avanzada pueden
experimentar esta condición si sienten que el mundo moderno se ha
desarrollado hasta un punto en el que “no encajan” o no entienden lo

que las rodea. Son, ni más ni menos, personas anacrónicas. Tal es el
caso de el referente de la Confederación de Trabajadores de la
Economía Popular (CTEP) y del Frente Patria Grande, Juan Grabois,
quien sigue con la idea de instrumenten una reforma agraria y el
regreso de la perimida Junta Nacional de Granos. Otra idea futurista
del amigo del Papa, es expropiar unas 50 mil parcelas en todo el país
y distribuirlas entre los pequeños productores para que sean dueños
de la tierra, además de que ningún productor tenga acceso a más de
cinco mil hectáreas.
Recordemos lo que había dicho en el 2020 Hebe de Bonafini: “Hay que sacarles tierras a los
ricos, la mitad de lo que tengan”. Además, el pasado año, había criticado el desalojo del
predio de Guernica comentando que: “Fue injusto y muy violento con
los que menos tienen. Lo que estaban ahí no estaban preparados para
enfrentar a esos verdugos, que son las fuerzas policiales”, y agregó
que el episodio, a cargo del ministro de Seguridad Sergio Berni, “nos
retrotrajo a tiempos que no queremos volver a pasar”. Bien que a los
´70 si le gustaría volver señora ¿no? Si algún Directivo de Netflix está
leyendo ésta editorial le sugiero que se venga para Argentina. Otra
que Dark (serie que se ve por la mencionada plataforma donde los
personajes van y vienen el tiempo y cada capítulo te termina dejando
secuelas cerebrales). Acá tenemos material fílmico para el resto de las
generaciones humanas.
“Si tienen 100 mil hectáreas, saquémosle la mitad. 50 mil. No es tanto.
Les quedan otras 50 mil. Hay gente que no tiene un metro de tierra”,
continuó la compañera Hebe y siguió descargando su ira al decir que
“No queremos a la policía desalojando a los pobres, la queremos
desalojando a los ricos. No que le peguen. Pero si les mandamos 5 mil
tipos armados, los ricos se van a cagar en las patas”, sostuvo y pidió
que la policía desaloje “a los ricos que ocuparon los barrios que no
tienen escritura y no pagan impuestos”. En clara señal a los que viven
el barrios cerrados. En ese sentido, déjeme decirle señora Hebe que
tenía razón. Cualquier hijo de vecino debe pagar impuestos como
corresponde, nadie debe tener coronita, viva en un depto. De 2 x 2 o
en una mansión dentro de un country. Ahora como le digo una cosa,
digo la otra. Yo que usted le hubiese dicho a Lázaro Báez que done parte de las

miles de hectáreas que posee y ahí hacer un barrio nacional y popular.
Ya que estamos, la clase política podría bajarse la dieta y ayudar a
construir viviendas; y si nos ponemos a pedir, le podríamos decir a
Cristina que done uno de sus hoteles y a Mauricio que deje de adornar
tanta gente y se sume al emprendimiento. Entre todos ellos, más unos
pesitos del Plan Cunita y de Sueños Compartidos creería que podría
llegar a alcanzar para que las verdaderas familias que no tienen un
techo puedan vivir sin tener que mendigar migajas del Estado. Ojo, los
otros que solamente iban de día y se volvían a sus casas de noche…
a esos… niente. Pala y pico. Nos conocemos hace tiempo. Pero
mientras nosotros estancados en los ´70 mientras el mundo ya piensa
en nuevas tecnologías superadoras a las que hoy estamos recién
empezando a acostumbrarnos pero es tal el rechazo, que el
anacronismo se impone como un deber a todo buen especialista.
Podría resumírselo en el deber de “no proyectar” el presente al pasado
o, lo que es igual, en la exigencia de interpretar el pasado sólo con las
categorías del pasado. Este deber disciplinario demanda no mezclar
los tiempos, saber ajustarse a lo que “la época permite”, saber qué
cosa “no pudo existir en esa época” y controlar el impulso de
agregarlo, proponer cruces sólo entre contemporáneos, apegarse a
que sólo la antigüedad diga de la antigüedad y saber que nada hace
un medievalista leyendo a un moderno, sino “salirse de su campo”,
quizá como pasatiempo de ocasión.
Anacronismo e irrupción son complementarios. Es decir, el
anacronismo implica la necesidad de la fantasía y la invención en la
teoría. Pretendemos conformar un espacio en el que, al no ocupar el
lugar preestablecido que se asigna a la Teoría Política de épocas y a
sus publicaciones, permanezcamos en lo atópico, y por qué no,
apostemos a lo atípico. Ante esto, sólo se puede proponer ejercitar
teorías políticas que se quieran inconclusas, discursos en vilo, dado
que cualquier forma de método y cualquier texto producido se
convierten en un motor para una nueva indagación, para otro intento
incluso en la forma del binarismo y la polarización.
Mientras los líderes del mundo siguen evolucionando para que sus
países crezcan en saberes, ergo en economía, ergo en expansión
monetaria, ergo en mejores calidades de vida, ergo en más y mejor

democracia y en la vinculación con pares que busquen una misma
idea, una evolución en un todo, acá apoyamos a Evo Morales, a
Chávez, besamos la foto del Che y soñamos con ser Cuba. En vez de
apostar a nuevas tecnologías, congelamos las tarifas y obligamos a
las Empresas a que NO INVIERTAN. En pleno siglo 21 la señal de los
teléfonos celulares es de la más baja de américa latina. Hay que
volver al teléfono de línea para poder entablar una conversación y que
esta no se corte. El sistema de internet está colapsado y ya hay varias
empresas que anuncian que no van a seguir en el país bajo estas
condiciones arcaicas. Algunas directamente ya se fueron. Ya ni el
slogan que tanto nos caracterizó en el país del “lo atamos con
alambre” se puede uno siquiera referir ya que no hay siquiera stock en
las ferreterías del tan preciado hilo de metal todo terreno argentino.
Y, si se añade el condimento de la incertidumbre, la combinación
resulta letal. La economía como ciencia social, y el Gobierno como
responsable de las políticas, adeudan a los argentinos el plan de
contingencia para la salida de la crisis. Sin esos valiosos datos, es un
enorme desafío prepararnos para el futuro que estamos mirando de
reojo, no sólo porque lo desconocemos sino porque no hay ninguna
reseña oficial que nos diga dónde estamos parados y desde dónde y
hacia dónde vamos a arrancar. Por ahora, solamente por ahora
vivimos en el 2023 pero ¿quién le dice que dentro de poco volvamos
unos 70 años para atrás? Sera, entonces, cuestión de irse a dormir y
despertar en una nueva vieja cuasi República Argentina donde lo
digital sea una quimera y la cocina a leña un lujo para pocos.
Hernán Leonel

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