Al inicio de su presidencia, Javier Milei se presentaba como un Napoleón dispuesto a derrocar a todos los “Jones” que habían gobernado la “granja” Argentina. Con un discurso radical, aseguraba traer una transformación absoluta. Pero al igual que en Animal Farm, de George Orwell, el poder ha ido revelando sus verdaderas intenciones, y aquellas promesas de libertad y renovación parecen haberse desvanecido, reemplazadas por las mismas prácticas que durante años criticó con vehemencia.
Uno de los elementos más alarmantes de este nuevo ciclo es el supuesto pacto entre La Libertad Avanza y el Kirchnerismo, simbolizado en el nombramiento del juez Ariel Lijo. Al igual que Squealer, el cerdo encargado de justificar las decisiones del régimen en la granja, este movimiento parece ser una estrategia para acomodar los intereses de los poderosos. La sospecha de que este acuerdo tiene como objetivo proteger a Cristina Fernández de Kirchner de futuras condenas judiciales es un golpe directo a las promesas de transparencia que Milei vociferaba en cada rincón. Quien más se asemeja a Squealer es el vocero presidencial, Manuel Adorni. Nombró a gran parte de su familia para que trabaje en el estado. Es que verá, vio la oportunidad y se armó una pyme en la cual su hermano, su madre y hasta su tía se sumaron a las filas del Gobierno, aún cuando el propio vocero criticó en varias oportunidades este tipo de designaciones.
La historia se repite: el poder, antes compartido por los cerdos de la Revolución Animal, se concentra ahora en manos de los mismos que criticaban la corrupción de los viejos líderes. La ironía, como en la granja, es amarga. Lo que parecía un gobierno nuevo, con un discurso renovador, ha terminado por unirse a los mecanismos de la vieja política que decía combatir.
Otra contradicción fundamental en el gobierno de Milei es la designación de su hermana Karina Milei y de su círculo cercano, incluyendo a Manuel Adorni, en posiciones clave del poder. Este tipo de prácticas nos recuerdan cómo Napoleón, en Animal Farm, comenzó a rodearse de los suyos, otorgándoles privilegios y estableciendo un nuevo orden jerárquico que, en esencia, no era distinto al régimen de opresión que habían prometido destruir.
Las designaciones familiares, lejos de ser muestras de meritocracia, se asemejan más a una perpetuación del nepotismo, exactamente lo que Milei juraba erradicar. Al igual que los cerdos que se apropiaron del poder, este gobierno repite la dinámica de mantener el control dentro de un círculo cerrado, haciendo cada vez más difícil distinguir entre los que estaban y los que llegaron prometiendo libertad.
El reciente veto de Milei a los aumentos salariales para jubilados y docentes universitarios recuerda a la célebre máxima que, a medida que avanzaba la historia en Animal Farm, se modificó para reflejar una cruda realidad: “Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”. Las decisiones de ajuste económico del gobierno, disfrazadas de medidas necesarias para salvar a la patria, parecen castigar a los más vulnerables, aquellos que, como los caballos de la granja, trabajan incansablemente y son, al final, desechados cuando ya no son útiles.
Mientras se impone el relato del “achicamiento del Estado”, la realidad es que los costos de esa reducción recaen sobre las espaldas de quienes menos tienen. Las tarifas de servicios básicos como la luz y el gas, así como el aumento en los alquileres, están golpeando con fuerza a una clase media que ya ha sido debilitada en los últimos años. Como en la fábula orwelliana, las promesas de igualdad y prosperidad se convierten en palabras vacías cuando el gobierno comienza a reescribir las reglas del juego.
El acto en Parque Lezama, que congregó a cientos de militantes transportados en micros, nos recuerda las antiguas prácticas del peronismo, tan criticadas por Milei. En Animal Farm, los cerdos, que al principio parecían ser los salvadores de los animales, terminan utilizando las mismas tácticas de manipulación y control que los humanos. La política del micro es un claro ejemplo de cómo, al final, todo parece volver al punto de partida: el líder, que decía encarnar el cambio, repite las estrategias de clientelismo que criticaba.
No podemos ignorar el trato que el gobierno de Milei está dando a quienes lo critican. Las constantes difamaciones hacia periodistas y actores de la política recuerdan las purgas y ataques orquestados por Napoleón en la granja, donde cualquier voz disidente era rápidamente silenciada. En lugar de fomentar un diálogo abierto y democrático, el actual gobierno parece estar siguiendo una estrategia de polarización y ataques personales, debilitando las bases de una sociedad que busca construir una verdadera libertad de expresión.
Por otro lado, el repentino giro de Milei hacia China es otro capítulo de esta historia que recuerda a la venta de la madera en Animal Farm, donde Napoleón traiciona los ideales originales y se alía con los humanos que antes despreciaba. La sorpresa de sus votantes, que esperaban un distanciamiento de ciertas potencias, solo evidencia que las promesas de campaña y los ideales suelen ser sacrificados en el altar de la realpolitik.
No son todas malas noticias las que el gobierno ha ido generando en estos meses. Las políticas implementadas por el Presidente han buscado generar cambios profundos en la economía argentina, destacándose por una clara orientación hacia la libertad de mercado y la reducción del gasto público. Sus medidas de eliminación de regulaciones innecesarias han facilitado un ambiente más atractivo para los inversores, incentivando el emprendimiento y el desarrollo empresarial. La propuesta del déficit cero ha captado la atención de muchos ciudadanos al ofrecer una posible solución a la inflación crónica que afecta al país. Aunque no exentas de controversia, estas políticas reflejan un compromiso con reformar estructuralmente la economía para mejorar la estabilidad y promover un crecimiento sostenido. Asimismo, la baja sostenida del dólar y la disminución del riesgo país han mejorado la percepción internacional sobre la estabilidad de Argentina, generando un ambiente más atractivo para la inversión. En el ámbito social, la reducción de piquetes y manifestaciones ha contribuido a un clima de orden y tranquilidad en las calles, lo que a su vez mejora el entorno productivo. Además, las auditorías a entes públicos han expuesto irregularidades y gestionado con mayor eficiencia los fondos públicos, evitando gastos millonarios innecesarios y frenando prácticas de mala administración que comprometían los recursos del Estado.
Otro punto para darle la derecha, es el manejo del Senado y del Congreso. A falta de “capital humano”, la política o más bien llamada… “la rosca política” le ha servido para lograr acuerdos, sellar pactos y ganar cuerpo político en ambas cámaras y así lograr sacar leyes vitales para la gestión que intenta llevar adelante. Algunos dicen que no tiene un plan. ¿Y si lo está llevando a cabo y con creces? ¿De qué se va a disfrazar la oposición? ¿Podrá el argentino de a pie continuar apoyando el modelo de país que añora Milei mientras nos ajustamos aún más los cinturones? ¿Será que, ante las recientes apariciones de Cristina, Máximo, Moreno, Masa, entre tantos y tantas hagan recordar que hasta hace poco fueron los partícipes; junto con Alberto; principales del peor gobierno de la historia? De momento, la flamante Presidente del PJ (no entremos en detalles las cosas que dijo Cristina Elizabeth Fernández de Kirchner sobre el partido que hoy preside) tiene cosas, por no decir causas, por atender ya que la Cámara de Casación Penal ratificó la sentencia de seis años de prisión e inhabilitación para ejercer cargos públicos por el delito de administración fraudulenta en perjuicio del Estado. El ex presidente, Albero Fernández, será interrogado en la causa en la que está acusado de interesarse en la contratación de los seguros de organismos del Estado mediante la intervención de brokers y productores, algunos de ellos de su amistad. ¿Seré yo o les encanta hacer truchadas en nombre del Estado?
Por lo pronto y parafraseando el final de la fábula que resultó ser el disparador de estas líneas, los animales observan cómo los cerdos, que prometieron libertad y justicia, se han transformado en los mismos opresores que antes combatían. El gobierno de Javier Milei, que comenzó con grandes promesas de cambio, parece estar repitiendo los mismos errores que criticaba, adaptando las viejas prácticas a su conveniencia. Como en la granja de Orwell, la gran lección es que el poder tiende a corromper, y lo que comienza como una revolución puede terminar siendo una mera continuación de lo que ya existía, con nuevos rostros y viejas promesas.
En Argentina, los ideales de libertad y justicia siguen siendo modificados, al igual que las reglas en la granja. Y mientras los cerdos se sientan a la mesa con los humanos, los animales comunes, aquellos que cargan con el peso de las decisiones, se preguntan si alguna vez serán verdaderamente libres, si alguna vez la “casta” se pone los zapatos de un simple ciudadano que, tras decepción y decepción va dejando sus ideales de lado y virando nuevamente al conformismo. El tiempo solamente es quien tiene las respuestas.